Cruz de Caña

Fiestas patronales en Cruz de Caña. Musica, baile y un tetra que no se entrega.

Fiestas patronales en Cruz de Caña. Musica, baile y un tetra que no se entrega.

Cerré la tranquera y me acomodé en el asiento trasero del auto para saborear el pan recién horneado por los hijos de Gallina. Estaba deliciosamente esponjoso y el hambre me carcomía las entrañas. La Negra se detuvo en el vado para ver si la creciente había cedido. Ya no quedaban paisanos de La Candelaria del otro lado, tampoco la policía bloqueaba el paso.

El auto siguió bordeando la falda de los cerros. La noche era cerrada y los faros del vehículo iluminaban los pasos de la gente que caminaba rumbo al polideportivo. La procesión se realizaba en total oscuridad debido a la ausencia de alumbrado público.
Nos detuvimos frente a la única cancha de futbol –una zona relativamente alta-, y caminamos entre la maleza con los celulares en mano buscando una señal que no llegó. Llevábamos 2 días de desconexión total.

Cinco minutos después nos detenemos frente al pórtico de la capilla: la sala está abierta e iluminada con lámparas blancas y amarillas. Reina el silencio sepulcral de siempre. No quedan rastros de la maratónica jornada de bautismos y comuniones que hoy movilizaron al pueblo como cada 6 de enero.
Frente a la capilla está la comuna y, a su lado, el polideportivo. Ante el portón que bloquea el ingreso hay puestos de venta ambulante atendidos por jóvenes africanos negros. La esposa del intendente cobra las entradas, invita a pasar y hasta te ofrece una mesa.
Sobre el playón de cemento se extienden hileras de tablones de madera y mesas de plástico de esas que abundan en patios y jardines. Hay un escenario a 2 metros de altura de la pista y 3 metros más arriba un enorme tinglado de zinc: la última gran obra del jefe comunal.

Todavía es temprano. Los lugareños, repartidos entre las mesas, se dedican a charlar sin quitar la vista del escenario a la espera de que aparezca la animadora anunciando el comienzo de la fiesta. La ansiedad viene ganando la partida.
Me ofrezco a buscar algo de comer y mientras atravieso el playón hacia la barra esquivo niños y perros. Los paisanos, hombres de rostros duros curtidos por el sol y el trabajo en el campo, me miran con interés: la cara, el cabello, las ropas de forastero. Por un momento me acuerdo de los africanos que liquidan anteojos de sol meidin china en la puerta del predio.

Menú: choripán y vino toro –en caja-. Se abre con los dientes y se rebaja con coca para diluir el efecto etílico. Suena música en vivo. Los primeros bailarines se arremolinan sobre un planchón de cemento que hace las veces de pista improvisada.
El grupo quitapenas es el número de fondo. Su líder -un sexagenario delgado de pelo blanquísimo que le cae sobre los hombros-, disimula el paso del tiempo con una camisa abierta a la altura del pecho, jeans ajustados y el oleaje de su abundante cabellera. Se mueve –decidido- entre sus músicos: baila y se sacude todo el tiempo como si no pudiera detenerse, como si fuera a caer rendido si lo hiciera.

Más allá del escenario las parejas dan vueltas por el playón al ritmo de la cumbia, el cuarteto, la tarantela, como si se tratara de un gran plato giratorio. Está el que baila estrechando los hombros pero los pies no le responden, está la chica de las mejillas encendidas que baila un chamamé eterno amarrada a su compañero, está la pareja de ancianos que apenas mueve los codos y sonríen a los que pasan a su lado, están los muchachones que bailan entre sí, a un costado, a falta de compañeras de baile y también está un borracho de panza prominente que busca pelea a quien se acerque a menos de dos metros de él o de su mujer.

En lo que resta de la noche no volverá a repetirse la comunión de tantos bailarines: Los Minaqueros pondrán toda su potencia vocal para seducir a un público que recibe con cierta indiferencia la impronta chalchalera de los guitarreros.

Falta tunga-tunga. El folclore juega de visitante en este territorio campesino y cordobés.

La fiesta patronal llega a su fin. Con el ave maría de fondo, aparece entre amplificadores y pies de micrófonos un pesebre viviente encabezado por la mujer del intendente ahora en el rol de un ángel inmaculado junto a un burro –de carne y huesos- con cara de susto al tiempo que unos esforzados reyes magos tiran caramelos masticables a los niños que se abalanzan contra el escenario pidiendo más y más.

Haciendo dedo en el cruce

En un paraje donde solo se ven perros y motos conseguir transporte al pueblo vecino es todo un desafío. El dueño de la única camioneta oferta 90 pesos por el traslado. Nos negamos. Queremos hablar con algún transeúnte que nos indique alguna referencia pero en plena siesta ni las moscas se asoman. Camino junto a la ruta hasta que veo una puerta abierta, ingreso sin anunciarme y los parroquianos dejan de reír, de hablar, de tomar vino y uno de ellos baja el volumen del televisor. Esperan que hable. Les digo. Dos cuadras después, donde se diluye el poblado, está una pulpería del siglo XXI: unos pibes juegan billar, dos jornaleros arrugados como tortugas beben vino con coca y desde los fondos emerge una enorme panza con una cicatriz de apendicitis del tamaño de una lombriz amazónica. Un paso más atrás viene su dueño, el remisero del pueblo, conductor de un fiat palio rojo que es la debilidad de su hijo adolescente. “Son cien”, dice el gordo con su mejor cara de fastidio. Fue un error levantarlo de la siesta.

Para llegar a este enclave escondido en el noroeste cordobés debimos tomar un colectivo, hacer un trasbordo en Cruz del Eje para llegar a la desolada La Higuera, caminar hasta el desvío y hacer guardia por tres horas hasta que un visitante de Villa El Libertador, hijo de una comadre del pueblo, detuvo su auto en medio del camino y, tomándose todo el tiempo del mundo, nos recogió con su mejor sonrisa. Nuestros bártulos fueron a parar al baúl junto al cajón de coca-cola y una bolsa de harina repleta de varillas de pan. Estábamos –ella y yo- felices. Nuestro peregrinaje por fin se hacía realidad.

Epílogo

Cruz de caña es la paz hecha camino de tierra, monte de espinillos, aguas frías y claras. Es un atardecer de enero de luciérnagas apuradas y motociclistas que no tienen dónde ir. Es un pedacito de tierra debajo del algarrobo donde domar las brazas de un asado para saborear con las manos. Es el crepitar del agua con la crecida y su mansa melodía en las noches de luna llena. Es un promontorio de estrellas fijadas sobre el cielorraso de la vía láctea.

Nueva Córdoba: la aventura de vivir a pasos de la movida nocturna

Nueva Cordoba: Un barrio para gente despierta

Nueva Cordoba: Un barrio para gente despierta

Mientras el Consejo Deliberante de la ciudad comienza a discutir un proyecto para regular la emisión de sonidos y vibraciones (contaminación auditiva), rescatamos el lado menos conocido de los estudiantes universitarios que viven -literalmente- en medio del ruido.

El barrio más estudiantil de Córdoba reúne inframundos bien diferentes pero conectados unos con otros. La Nueva Córdoba comercial, con su vertiginoso horario continuado de 9 a 20, al fragor de los bocinazos, entre el hedor a smog y aromas variopintos de locales de comida rápida; la Nueva Córdoba universitaria, con sus miles de kilómetros de libros y apuntes circulando en bolsos, morrales y mochilas de estudiantes preocupados por alcanzar la clase del día.

Y todas las noches -o casi todas- palpita la Nueva Córdoba nocturna: con sus bares de luces tenues y mesitas en la vereda, pubs con música al palo y otros con música ambiental, boliches repletos -aunque las ordenanzas lo prohíben- y otros en que los patovas intentan sobrellevar el aburrimiento contando el número de ebrios que pasan por la puerta cada diez minutos.

Cuando la noche llega a la Cañada, Nueva Córdoba se cubre de luces y de gente con ganas de divertirse. Poco importa si es verano o invierno, si hay turnos de examen o cursado intensivo, basta caminar un rato por Rondeau y su zona de influencia para caer en la cuenta que aquí la vida transcurre a otro ritmo, con reglas no escritas y una impronta distintiva.

Aunque nadie presta demasiada atención a lo que permanece oculto detrás de la fachada del bar de moda, en los edificios circundantes viven muchos estudiantes que conviven más o menos a gusto con la movida joven del barrio estudiantil. Es que en esto no hay uniformidad de opiniones: están aquellos que encontraron “su” lugar y no quieren mudarse por nada del mundo, los hay indiferentes y despreocupados, y también están los que se hartaron de todo y tienen ganas de tomarse un descanso pronunciado en una isla desierta.

El 99 por ciento de los estudiantes disfruta a pleno la noche eterna de Nueva Córdoba pero…¿Cómo vive el escaso 1 por ciento -que en términos prácticos comprende a varios centenares de personas- que habita en las calles que nunca duermen? Doctámbulos! recorrió la zona más candente y te cuenta secretos y estrategias de los vecinos más despiertos.

La vida desde un primer piso

Mudarse al primer piso de un edificio con un local nocturno en la planta baja parece una obstinada incursión destinada al insomnio perpetuo pero los testimonios aquí recogidos lo desmienten.

Al momento de decidirse por un departamento de estas características, los estudiantes destacan elementos como ubicación privilegiada, seguridad, comodidad y precio conveniente del alquiler. Florencia Gómez (19 años) es estudiante de Psicología y vive en Independencia y Boulevard San Juan: “Decidimos mudarnos aquí con mi actual compañera porque queda cerca de donde vivíamos antes, el precio es bastante accesible, el departamento está en buenas condiciones y es cómodo”.

Por su parte, Camila Mazzola (22 años), estudiante de Diseño de Indumentaria y Textil, explica: “Me instalé aquí porque me gusta la ubicación y no aguantaba más vivir con mi compañera de departamento anterior”, desliza entre risas desde su bunker ubicado sobre la Cañada a escasos metros del Bv. San Juan.

“Estoy cerca de la facultad, de la casa de mi novia y también hay mucho movimiento de gente”, dice Imanol Munárriz (22 años), estudiante de Relaciones Públicas e Institucionales, al destacar las ventajas de vivir en un primer piso sobre la intersección de Obispo Trejo y Achaval Rodríguez.

¿Cambio de hábitos?

Hasta aquí todo muy bien pero la convivencia con la vida nocturna a veces requiere algunas modificaciones en la rutina diaria. Fernando Morales (27 años), estudiante de abogacía y residente de un primer piso ubicado en el circuito nocturno próximo a la Cañada, opta por estudiar de día cuando el bar está cerrado. Además, intenta “no abrir la ventana del dormitorio porque es imposible dormir, sobre todo en verano”.

“Lo malo del lugar es el ruido de los bares, que excepto los domingos, están abiertos todos los días. Nosotras vivimos en un piso bajo, por lo que los ruidos son constantes. Llega un momento en que te acostumbras pero por ahí molesta que a las tres de la mañana te suban el volumen a todo lo que da…o como ocurre en este preciso momento que están cantando a más no poder. La música del boliche de enfrente también se escucha y si no podemos dormir, cerramos las persianas”, cuenta Florencia.

Luciana Casas (18 años), estudiante de Diseño Gráfico y vecina de calle Marcelo T. De Alvear al 300, ya se acostumbró: “Al principio me costaba descansar pero ahora, con todas las cosas que hago, llego a la noche cansada y no tengo problemas para dormir”. Camila tampoco altera su rutina: “Simplemente si tengo que dormir duermo y si tengo que estudiar estudio. No me molesta para nada. Aunque suele vibrar el piso por la música anulo los ruidos y hago lo que tengo que hacer”.

Paradójicamente, la ubicación estratégica de los estudiantes consultado permite que, en la mayoría de los casos, sus respectivos departamentos se conviertan en un punto de encuentro para las salidas nocturnas. Así se convierten en anfitriones a tiempo completo.
Imanol se reúne seguido con sus amigos para disfrutar de un asado. A Florencia los suyos la visitan con frecuenta y en lo de Fernando siempre se juntan a hacer la previa. Camila agrega: “Todas las juntadas son siempre en mi casa”.

Trasnochar con ventaja

A estos chicos, la situación también les otorga una ventaja impensada para muchos estudiantes que viven al filo de las multas si deciden hacer fiesta en su departamento: pueden hacer la suya sin preocuparse demasiado porque el barullo exterior ¡disimula lo que ocurre puertas adentro!.

Habitar en la zona de diversión es una invitación a disfrutarla. La tentación aparece en cada esquina y la estrategia de los estudiantes que viven encandilados por la noche de Nueva Córdoba se orienta más a la integración con el ambiente festivo que a una oposición acérrima.

Y si no prestemos atención al testimonio que dejó Álvaro Olivera en el muro de facebook de Doctámbulos!: “Mi habitación y el baño están pegados a un supuesto bar que abre desde el jueves en adelante…tiembla todo el departamento y a veces escucho hasta los tragos que se piden. Pero que quede claro: no me pienso mudar porque es la excusa perfecta para salir los fines de semana”.

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RECUADRO:
Un lugar en el mundo

A pesar de lo que podría creerse, ninguno de los estudiantes consulados por Doctámbulos! está dispuesto a abandonar el departamento donde vive. Fernando Morales, estudiante de abogacía y residente en la zona festiva próxima a la Cañada, indica: “Me siento muy cómodo en la zona”.

Luciana Casas, estudiante de Diseño Gráfico y vecina de la misma cuadra, acuerda con la opinión de Fernando: “Me siento muy a gusto. Vengo de una ciudad chica (Arroyito) y mudarme acá es realmente un gran cambio. Pero me siento un poco más segura porque siempre hay gente en los bares, además Nueva Córdoba esta lleno de estudiantes y eso me da mayor tranquilidad”.

Florencia Gómez y su compañera de departamento ubicado la intersección de Independencia y Boulevard San Juan tampoco se arrepienten: “Nos encanta, no nos mudaríamos”, confirma.

Salud sexual, divino tesoro

ETS: mejor prevenir que curar

ETS: mejor prevenir que curar

El contagio de enfermedades de transmisión sexual no distingue géneros, estaciones del año ni escalas sociales. Te contamos cómo hacer para entregarse al placer sin sufrir sorpresas desagradables.  

Las ETS son enfermedades infecciosas que se transmiten a través de las relaciones sexuales sin preservativo. El HIV/Sida  es la más conocida y temida pero no es la única: Sífilis, Condilomas (HPV), Tricomoniasis, Herpes genital, Gonorrea y Clamidia son sólo algunas de un extenso listado.

Entre los universitarios nadie parece tomarse demasiado en serio el tema hasta que una molestia, una lesión genital o algún síntoma extraño se convierten en la antesala de un diagnóstico inesperado. El foco del problema está centrado en la falta de prevención dado que, lejos de estar en retirada, las ETS se expanden en Argentina y en el mundo. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) cerca de 60% de estas infecciones ocurren entre menores de 25 años, y de éstos, 30% son de menos de 20 años.

Sexo con sorpresa

Alejandra Ayen es especialista en Tocoginecología de la UNC y muchas de sus pacientes son estudiantes universitarias. “Existe un concepto erróneo de lo que es tener una pareja estable. A los 2 o 3 meses de iniciar una relación se abandona el preservativo por la píldora anticonceptiva y después aparecen los problemas”, afirma. La preocupación principal de los estudiantes pasa por los embarazos no deseados y lo demás queda en un segundo o tercer plano porque se piensa que esas cosas sólo les pasan a otros, hasta que te toca sufrirlo en carne propia.

Valga como ejemplo el testimonio de una estudiante de 19 años recogido en un consultorio de nuestra ciudad: “Estoy saliendo con alguien que se hizo conmigo los análisis de Sida y Sífilis, desde entonces comencé a tomar la píldora ¿Cómo es posible que ahora me diagnostiquen HPV?”.

Ante la evidencia parece apropiado replantear el concepto de ‘pareja estable’ y mientras tanto usar preservativo correctamente y en cualquier circunstancia, así se trate de encuentros ocasionales u otros de distinta naturaleza.

Conciencia tardía

Dentro de la población estudiantil de Córdoba los resultados parciales muestran la persistencia de una toma de conciencia tardía respecto a las ETS. El sexo seguro es saludable y en esta materia el preservativo es el principal aliado para todos y todas: de nada sirve que él lo utilice esporádicamente o previo a la eyaculación. Tampoco ayuda si ella no tiene uno siempre a mano en su cartera o en la mesita de luz.

En el camino sinuoso de la prevención, ellos tienen una enorme cuota de responsabilidad. La antipatía de los chicos hacia el preservativo es pública y notoria. Los muchachos cuentan con un arsenal de argumentos dignos de una antología de las peores mentiras jamás contadas para excusarse de usarlos. Repasemos el top five del anti-profiláctico: “no porque pierdo sensibilidad”; “no porque afecta la erección”; “no porque me hice los análisis y no tengo nada”; “no porque soy alérgico al látex”; “no porque sos la única mujer de mi vida”…y así sucesivamente.

Ante la ineficacia de las campañas de prevención de ETS para que los jóvenes utilicen siempre el preservativo, las acciones ahora se dirigen a concientizarlas a ellas. Lo explica la Dra. Ayen: “En las clases de educación sexual trabajamos mucho el tema con las jóvenes: que ellas compren el preservativo, que lo lleven y exijan el uso del mismo; estamos empoderando a las mujeres para que ellas sean vectores de prevención ante el estrepitoso fracaso con el sexo opuesto”.

Un viaje a través de la lengua

Cursos intensivos de idioma en Cordoba.

Cursos intensivos de idioma en Cordoba.

El verano ofrece una oportunidad inmejorable para estudiar un idioma extranjero. Te presentamos algunas opciones copadas en la siguiente crónica. 

 

Verano en la ciudad. Calor, humedad, más calor. Soles majestuosos pero sin playa ni océano a la vista. Hay formas de encontrar un alivio transitorio: una ducha de agua fría, un ventilador que vomita aire caliente. Si te toca laburar, estudiar o quedarte en casa por falta de guita, si no sos el feliz ganador del Gordo de Navidad o de un viaje paradisíaco para 4 personas, no queda otra que sobrellevarlo de la mejor manera.

Nos preguntamos entonces ¿No es injusto tener que soportar la felicidad ajena de los que si disfrutan sus vacaciones y colapsan Facebook con fotos y sonrisas desde destinos soñados? ¿Acaso los que se quedan no pueden viajar a Berlín, Paris, Florencia, Londres o New York…aunque sea imaginariamente?.

Pensando en estos viajeros de entrecasa, dedicamos dos jornadas a recorrer espacios emblemáticos que dictan cursos de idiomas extranjeros durante el verano. Una forma diferente de viajar hacia otros países a través de su lengua y su cultura pero sin presentar pasaporte.

En la ciudad de la furia

Jueves 11.00 a.m.: el cronista está indeciso y no sabe por donde comenzar. Casi por instinto se dirige a Plaza España. La idea de actuar de incógnito para obtener información es tranquilizadora: cuando uno se presenta como periodista algunos piensan que la verdadera intención es vender publicidad o brindar una imagen distorsionada de su institución. De nada sirven las explicaciones.

-“Seguro hay algo raro… ¿Cuál es la trampa?”.

Pero no hay secreto, no hay revelación y ante la incredulidad de nuestro ocasional interlocutor no queda otra opción que buscar la puerta de salida.

Esta vez es distinto: mi papel consiste en pasar por un potencial estudiante de idiomas que deambula por Nueva Córdoba y el centro con el fin de conocer las ventajas que ofrecen los cursos de verano.

Como decir cerveza en alemán

Jueves 11.20 a.m.: La primera escala es Avenida Yrigoyen 646, sede del Goethe-Institut. Allí no vas a encontrar una réplica a escala del Muro de Berlín pero si podes aprender alemán. Está emplazado en una casona antigua y silenciosa. En la recepción una chica de sonrisa amplia se esmera en contestar mis preguntas mientras ofrece un volante con información clave. También me quedo con otro folleto que promociona los cursos con la imagen de un vaso lleno de cerveza acompañado de la leyenda “Bier…ya estás aprendiendo”. El gancho funciona. Dan ganas de tomar cerveza y de paso aprender alemán.

El intensivo de verano inicia el 03 de enero en módulos de 3,15 horas de duración, dos días a la semana. Para cursar en un nivel superior al principiante es indispensable rendir un examen de nivelación.

Cinco en uno

Jueves 11.45 a.m: Camino hacia el centro paso frente al ex Palacio Ferreyra y por suerte la Asociación Argentina de Cultura Británica tiene sus puertas abiertas. En el lugar reina una calma chicha apenas interrumpida por la voz firme de una señora vestida con zapatos, falda y saco negro que explica:

-“Aquí no se dictan cursos de verano”.

La oferta de inglés de Cultura Británica está orientada sobre todo a niños y adolescentes y como ellos desaparecen durante las vacaciones, la actividad es nula.

Jueves 12.10 p.m: El calor del mediodía ahuyenta a los transeúntes hacia la vereda donde el sol golpea menos. En la zona del Mercado Sur, mujeres en grupos de 2 o 3 pelean cuerpo a cuerpo por las mejores ofertas en ferias de ropa trucha y locales de segunda selección.

Al 159 de Ituzaingó, entre un banco y un local de ropa interior femenina, se encuentra el área de Cursos Intensivos dependiente de la Facultad de Lenguas de la UNC. Hay que recorrer un extenso pasillo para llegar hasta las pizarras informativas. Las opciones abundan: inglés, francés, portugués, alemán e italiano. Las clases comienzan a partir del 10 de enero y se cursa 4 veces a la semana durante 2 meses. Si contás con conocimientos previos siempre está abierta la posibilidad de rendir un examen de ubicación. Si en cambio tu nivel es avanzado la alternativa pasa por los cursos de consolidación. Sus contenidos incluyen desde pronunciación y articulación hasta películas, juegos y aspectos culturales como tradiciones, comidas, música y arte.

¡Guardia! ¡Guardia!

Viernes 19.30 p.m.: El Instituto Italiano de Cultura brinda sus cursos en un viejo edificio próximo al Consulado. El aislamiento acústico es increíble: desde la ventana pasan autos y colectivos pero solo se escucha el televisor de la sala principal con el sintonizador clavado en la RAI. Después de un rato de espera aparece un guardia de seguridad que se excusa porque nadie puede atender y me invita a dirigirme hasta Ayacucho 131. Diez minutos más tarde, ya en la sede central, otro guardia de seguridad anuncia que la secretaria salió a realizar un trámite y que toda la información necesaria está en el folleto rojo furioso que entrega a todo aquel que ingresa al lugar.

Se escuchan voces de fondo cantando a capella.

-“Es que hay un ensayo. El miércoles se cierra el año con un número de ópera. Es gratis, puede venir si quiere”, dice el guardia.

Le doy las gracias y apuro el paso. El folleto rojo indica que desde el 17 de enero hasta el 11 de marzo se dictan cursos intensivos de italiano solo para primero y segundo nivel.

Viernes 19.55 p.m.: En el bar de la Alianza Francesa dos personas que toman café me miran pasar con indiferencia. La ventanilla de la Secretaría está cerrada. La empleada está de pie del otro lado del vidrio con su cartera en la mano y amaga con irse. Le hago señas desesperadas. Me entrega el folleto de rigor y se despide a toda velocidad.

La Alianza propone su propio Tour de France. “Un recorrido intenso por la lengua y la cultura francesa” en cuatro niveles de perfeccionamiento que inician el 2 de febrero y concluyen el 11 de marzo. Se cursa dos veces por semana, tres horas por día.

La última de las postales del día muestra la Torre Eiffel y el Arco del Triunfo en una misma secuencia junto al Arco de Córdoba y la Iglesia de Los Capuchinos. Ojalá todo estuviera tan cerca. ¡Oh la lá! París!.

Departamento compartido

Historias de convivencia bajo el mismo techo

Historias de convivencia bajo el mismo techo

A raíz del aumento del costo de vida y sobre todo de los alquileres cada vez más jóvenes estudiantes deciden resignar privacidad para compartir departamento con amigos, familiares, parejas e incluso desconocidos ¿Cómo es vivir con otros cuando no te queda otra?

 

“No me alcanza/ no me alcanza, hermano/ se necesita un poco más/ sólo un poco más (…)”, dice una vieja canción entonada por Ricardo Tapia. En ella, el legendario líder de La Mississippi alude a lo difícil que es para un músico independiente vivir con las monedas contadas. En este sentido, los estudiantes y los músicos del under no son tan diferentes.

Nadie mejor que un universitario conoce lo que es hacer malabarismo con el dinero. Si no es por la comida o los cospeles, serán las expensas y los apuntes, o algún gasto extraordinario no previsto que harán del arroz y los fideos dos aliados indispensables cuando el calendario marque los últimos días del mes.

El mundo gira en torno al vil metal y lo tenés bien presente cada vez que vas al supermercado o pagás el alquiler. Justamente, uno de los gastos fijos que más castiga el bolsillo estudiantil es el alquiler y desde hace algún tiempo el costo de vivir en un lugar más o menos habitable parece haber tomado vida propia: crece sin pausa, como esa suciedad que se acumula debajo de la heladera y cuya limpieza siempre dejamos para el mes siguiente.

 Los estudiantes que alquilan

Según el ‘Informe de Calidad de Vida y estado de salud de la población estudiantil’ elaborado por la UNC, los jóvenes que provienen del interior -de ésta provincia y de otras- representan a más de la mitad de la población estudiantil de Córdoba. En números concretos, es como si las más de 60 mil personas que viven hoy en Río Tercero armaran sus valijas para radicarse en la capital provincial.

Y si de este grupo quitamos a los envidiados estudiantes que viven solos (un escaso 13,3 por ciento) podemos ver que una buena parte de los jóvenes se las arregla como puede conviviendo con otros -familiares, amigos, compañeros, parejas e incluso desconocidos- en un departamento o una casa alquilada.

 Hecha la ley, hecha la trampa

Si bien los vaivenes económicos impactan en la demanda de departamentos y a pesar que la construcción de nuevos edificios aumentó la cantidad de alternativas disponibles, el valor de los alquileres tendió al alza constante en la última década.

A ello se agrega que los contratos de locación incluyen argucias legales que permiten “ajustar” el precio siempre hacia arriba, medida que tarde o temprano impacta en la economía estudiantil.

Ante un escenario poco amigable, con sucesivos incrementos en el costo de vida -un indicador que palpás a diario cuando comprás una costeleta, pagás un taxi o pedís un trago en un boliche- se ponen a prueba nuevas estrategias de supervivencia.

Una de las opciones que más se ha popularizado entre los estudiantes de Córdoba consiste en resignar privacidad y sumar voluntades -y algunos pesos- para ‘compartir’ los gastos de alquiler.

Ingresamos en la intimidad de jóvenes que conviven con amigos, familiares y hasta desconocidos para contarte cómo es vivir con otros cuando no te queda otra.

No hay dos sin tres

Como en las librerías todavía no se consiguen manuales de convivencia para desconocidos Lucía Morcos (20 años) tuvo que ingeniárselas para entrar en confianza con su nueva compañera de departamento -otra Lucía- de manera instintiva, haciendo lo que mejor le sale: “hablar hasta por los codos”, como dice ella riéndose de sí misma.

Tras dejar atrás su Mendoza natal para estudiar Abogacía, Lucía vivió un tiempo con unos tíos cordobeses hasta que encontró un cartel en la Facultad de Ciencias Exactas que le abrió las puertas a una nueva vida, la actual. Las lucías se hicieron amigas rápidamente y ya llevan seis meses de convivencia armónica.

Pero a Lucía Morcos el aumento de alquiler del mes de agosto le alteró el presupuesto de tal manera que optó por pegar carteles en la facultad para compartir su habitación. Carol, ‘La Salteña’ -como le dice Lucía cariñosamente-, es la nueva incorporación al equipo. Ahora forman un trío que -con pocos recursos y mucho empeño- encara proyectos: para el año próximo sueñan con vivir a sus anchas en una casa.

Los hermanos sean unidos

Cuando el puntano Augusto Ayub (22 años) llegó a Córdoba para estudiar Ingeniería en Telecomunicaciones no le preocupaba donde vivir: Emiliano, su hermano mayor, le tenía reservado un lugar en el departamento que la familia alquila desde siempre.

Pasó el tiempo y ahora Augusto quiere vivir sólo: siente que el departamento de 2 ambientes les queda chico y cada uno tiene intereses diferentes. Emiliano prefiere pasar tiempo con su novia y Augusto disfruta de tocar la viola a todo volumen y hacer la previa con sus amigos antes de salir el fin de semana.

Los hermanos Ayub se reclaman -mutuamente- espacios de intimidad pero no siempre cumplen el uno con el otro: una llegada imprevista puede impedir que Emiliano concluya un buen momento con su novia o, al revés, Augusto tiene que renegar más de la cuenta para organizar una reunión con amigos sin la presencia de su hermano.

Con el orden y la limpieza tampoco hay acuerdo así que los mosaicos que adornan el departamento parecen haber olvidado hace tiempo cómo es la vida sin polvillo. No todas son pálidas: se turnan una vez al mes para pagar las cuentas y hasta ahora “dio buenos resultados”, dice Augusto.

Casa pequeña, corazón grande 

¿Qué dirías de convivir con tus amigos de toda la vida? Al salteño Pablo Portal (20 años) la idea le gustó desde el primer momento: después de pasar por una pensión y una fugaz experiencia en la UNC, en 2008 se anotó en cine en La Metro. Para entonces ya alquilaba un departamento con Benjamín, Joel y Aldo, sus compañeros de aventuras desde la escuela primaria.

“No fue nada muy planeado. Somos amigos desde hace mucho tiempo: lo lógico era que vivamos juntos y más lógico todavía por el tema de la plata. El alquiler es caro y entre todos se hace mucho más barato”, comenta Pablo.

Organizarse entre varios es cuestión de ceder en algunas cosas y exigir en otras. Es por ello que el cuarteto salteño divide los quehaceres del hogar: uno cocina, otro lava los platos, un tercero limpia, etc. La convivencia también se facilita porque “ya sabemos cuándo se puede joder y cuando no. Obviamente nos peleamos pero charlando se soluciona”, agrega.

Como ocurre con esas comidas estudiantiles improvisadas en donde la olla se va poblando con los ingredientes disponibles, los universitarios saben que la convivencia más que una elección es una necesidad pero no por eso necesariamente una carga. Como explica Pablo a veces el humor es la mejor receta: “Siempre hacemos jodas, cada uno tiene su gracia, tratamos de reírnos todo el tiempo”…y eso también está bueno.